La Princesa de los Balcanes
Relatos 0 Comentarios (click para comentar) »(Este relato lo escribí hace ya mucho tiempo atrás, pero no cambiaría nada, me gusta como está... Este es otro de aquellos "relatos de metro" que nunca fue bien recibido... y no me figuro porqué...)
Y entonces, ella subió. En el último y vacío vagón, en el sucio, oscuro y desierto vagón, solo ella y yo, solo yo y ella... y nadie más para poblar la infinidad de destartaladas sillas desocupadas. El ruido de los coches, el alboroto cosmopolita, el ajetreo propio de una noche en la desembocadura del Turia… todo aquello queda fuera… solo el incesante traqueteo del tranvía, la continua vibración, la ausencia de calor humano paliada con un tenue intento de calefacción y una tímida melodía sosegada tañen en el ambiente del sombrío cubículo móvil… sombrío… y sin embargo tan mágico… tan estupefaciente…
Y allí esta ella, sentada justo en frente de mí… sus largos y cobrizos cabellos cubren sus generosos pechos, su clara piel, ligeramente tostada, realza su belleza caucásica. Sus tiernos ojos azules son una puerta a su alma… me sonríe… me hace preguntarme ¿Cómo se llamará? ¿Que fatalidades habrán vivido esos grises faldones gastados? ¿Cuantas jornadas habrán esas cansadas piernas andado? ¡Y sus brazos!… ¿Quién habrá hallado consuelo entre esos maternales brazos?
El neón publicitario por fin hace justicia, iluminando su dulce faz en la que se refleja a su vez energía y agotamiento, alegría y dolor, mucho dolor… picardía, bondad, oportunismo, supervivencia… Hay quienes le abominan, hay quienes quieren que se marche… Y yo no lo comprendo… ¿A violar nuestros sagrados santuarios domésticos en busca de nuestros bienes? ¿A traer la discordia, el odio, la maldad? Como si ello fuere algo nuevo, como si no nos bastásemos para tal… No, yo me niego a creer que tal regalo de la naturaleza sea fruto de rumores desprestigiadores, de fobias, de rencor… Me niego a aceptar que se le niegue acogida a un ser que rebosa júbilo, un romántico júbilo, y que inspira ternura a todos aquellos que tuvieren la suerte de estar en su presencia… Me niego a permitir que se consideren a cuatro malhechores como portaestandartes de un pueblo orgulloso, de un pueblo trabajador, cuyas verdaderas y generosas gentes encarnan ideales de un mundo hospitalario, de un mundo respetuoso, de un mundo, ante todo, humano… en el que los más bellos sentimientos originarios del hombre, de la mujer, se manifiestan en seres de carácter afable, mentes que armonizan a la vez la picardía del trapero y el afecto de una tierna madre…
El sueño de una vida mejor nos puede arrancar de nuestras propias raíces y llevarnos por tortuosos caminos… el cruel destino malearnos como si de arcilla fuéremos… El mugido de las vacas, el balido de las ovejas… el ronroneo de los viejos tractores… la caricia del trigo en las piernas desnudas… el tenue calor del sol en las mañanas de primavera… el tueste de los cereales… la alegría de la siega… el dorado de los árboles en otoño… el sonido de las sirenas de los barcos mercantes… la dulce niebla de las fogosas mañanas portuarias… castillos encantados, malditos… bosques lúgubres y mágicos… historias de vampiros, de hombres lobo… de reyes, de condes, de princesas balcánicas… antiguas leyendas… el Kashkaval, el Tarator, el dulce de Banitsa con leche…el Tuica, el Boza, el Slivovitz… todo aquello queda atrás, muy atrás... en pos de un sueño de ultranza… hallar una vida mejor… que en ocasiones jamás es hallada… dejándonos morir a miles de kilómetros de aquel lugar que solíamos llamar nuestro hogar…
Su parada es anunciada y ella se levanta lenta, armoniosamente, arrastrando sus enseres y aparejos consigo… la presencia humana se desvanece y solo me quedo, en esta oscura y fría noche, como dueño y señor del vagón… triste… y a la vez feliz, contemplando a aquella maravillosa mujer… Era vieja, rechoncha y desdentada, pero para mí, ella será siempre la princesa de los Balcanes…
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