Susurros encadenados

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Grum, que le tenía manía a Krom, le dijo a Rolf que este había estado robando frutas de la cesta comunal durante las noches de la semana anterior. Rolf se lo dijo a Gart, Gart a Tanya, Tanya a Gonkaz y Gonkaz al viejo Sorvo. Inmediatamente el consejo de ancianos se reunió, y puesto que era de dominio popular que Krom había robado la fruta llegaron a la conclusión de que así fue, y le obligaron a abandonar la aldea.

Siglos después, no muy lejos de allí, Nemotep, que le tenía tirria a Viserón, le dijo a Nyamar que este había movido la piedra del lindero que delimitaba su campo, haciéndolo más grande, durante la noche. Nyamar se lo dijo a Aniram, Aniram a Visis, Visis a Temotep y Temotep al ayudante del Visir, Nefer. Al poco, Tamer, comisario de la zona, se llevaba a Viserón arrestado. Pocos días después se cumpliría la sentencia de 200 latigazos, avalados los jueces por las declaraciones de los testigos.

Unos miles de años en el futuro, en un lugar muy próximo, Sarja, que odiaba a Mehira, le dijo a Areebah que esta se había acostado con un hombre, sin estar casada. Areebah se lo dijo a Abdul, Abdul a Hassan, Hassan a su mujer Nayija y Nayija a su padre, Âkil, juez de El Cairo. Al poco Mehira compareció ante un tribunal, donde se le condenó a la cárcel, en base a las sospechas que se cernían sobre ella.

Moraleja: Los años no nos cambian.
Moraleja II: ¡Que peligroso es tener enemigos cobardes!
Posible tercera moraleja (lo consultaré con la almohada): Definitivamente, somos simios.