Ya es 2 de mayo. Y todos los que vivan en aquesta, tierra nuestra, observarán los homenajes que se habrán hecho en Madrid, etc, etc... Por si a alguien se le ha escapado, hoy 2 de mayo de 2008, se cumplen doscientos años después del famoso “Levantamiento de Madrid”, que daría paso a lo que se conoce como La Guerra de la Independencia (si, eemm... para quien no lo sepa, no han sido los yanquis los únicos que la han tenido... es más, suele ser algo que todo país tiene, de media, al menos una vez).
El levantamiento. Imaginad la escena: Las tropas de Napoleón, el general más ambicioso y renombrado de la vieja Europa de la época (Europa es vieja en todas las épocas) ha entrado en la capital. Tras haber solicitado el traslado de la reina de Etruria (la hija de Carlos IV) y del infante Francisco de Paula, se ejecutaban las ordenes del "Empereur des Français". Aunque al general se le olvidó el “factor pueblo”.
Mejor que retrocedamos un poco más. Pensemos en Napoleón, en su postura. Se le ocurre al pequeñuelo que la gran Francia, representante de la civilización, la liberté, fraternité, etc. lleve los frutos de ella al resto de Europa, y de paso, dirigirla y dominarla… que el hombre no era ni tonto ni ingenuo. Y aprovechando que España era reinada por un mojigato (claro que mejor este que su hijo, Fernando VII, uno de los mayores cerdos de nuestra historia) y la dirigía un cretino braguetasuelta con un gusto horrible para las mujeres (si, hablamos de Godoy, y de su “amor” por María Luisa de Parma), campó como Pedro por su casa en lo que a la corte se refiere. Que si “cédanme en trono para arreglar esta disputa padre/hijo”, que si “no, es que es el camino más corto para que invada Portugal, aliado de esos perros ingleses”, que sí “traigan aquí a Bayona al infante y a la reina, que así evitaremos simbologías monárquicas en las que se apoye una sublevación”.
Pero al Ciudadano Bonaparte se le atragantó la idea de traer aquí la civilización. Porque se encontró con el levantamiento del pueblo, que estaba hasta el forro de los sucios franceses, que robaban, que daban por saco y ocupaban las casas. Y la chispa que detonó el barril, el catalizador: la partida forzosa del infante (porque por la reina ni se inmutaron). Se encontró con que el feroz pueblo llano se echó a la calle. Pero el llano, llano. Y luchó, con una rabia sanguinaria. Piedras, fusiles, hondas, maceteros, navajas (auténticas navajas de muelle), tijeras, mordiscos… todo valía para combatir al ejército del “Empereur”, cualquier excusa era buena… No luchaban por el rey, ni por la patria, ni por Dios… eso luego, eso ahora no importaba: la cuestión era darles una buena a los gabachos.
Y lo hicieron. Aunque acabó mal para ellos. Como he dicho, el pueblo llano fue el que combatió. Pocos soldados de nuestro bando entraron en el juego. Claro que habría que definir cual sería nuestro bando: muchos (precisamente los más cultos) recibirían a los franceses con los brazos abiertos, como la luz al final de un túnel de años y años de ignorancia y fanatismo religioso. El caso es que al final los franceses respondieron como lo que eran: el mejor ejército de la Europa de aquel entonces. Y se fusiló a todo aquel que hubiese tomado parte del levantamiento, fuere quien fuere.
Así que este es un homenaje. Pero no un homenaje a la monarquía, ni a unos héroes definidos… no es un homenaje a un general, y solo a algún que otro soldado… no es un homenaje a los franceses que cayeron siquiera: ya los homenajeó bastante Napoleón. No es un homenaje a un pueblo amante del Rey, de la patria, de Dios, tal y como nos lo plantearon 36 años de dictadura. Pero tampoco es un homenaje carente de sentido, a favor de la estupidez, como lo plantean algunos destripahistorias ignorantes. Este es un homenaje al pueblo, al auténtico populacho cabreado, valiente, que en su ignorancia luchó movido por la ira, queriendo o sin querer, a favor de unos ideales y un sistema que más bien no le convenían… pero que no quita un ápice de reconocimiento por esa lucha, carente de toda épica y a la vez, por que no decirlo, en cierto modo heroica.